viernes, 21 de enero de 2011

Doble personalidad

Esta balada es una novela desconcertante. Una narración contradictoria. Una novela de doble personalidad.
Esta balada no es una novela complaciente. No es una lectura fácil. No es cómoda. No es asequible. No es una canción de verano ni un éxito para olvidar. Es compleja y minuciosa, asombrosa y extraña, terrenal y fantástica, aterradora, inmisericorde y brutal.
Esta balada es una novela dura, agotadora, enmarañada y laberíntica. Como escuchar el mismo idioma pero hablado con un acento con el que cuesta comprender.
Es una novela intrincada, esforzada; una novela con una estructura sorprendente y original. Es un ejercicio de gramática y filosofía, retórica y teología, imaginación y creatividad. Es la fidelidad de Damián a un estilo, a su peculiar y personal manera de narrar.
Esta balada es una superposición de lo antiguo y lo moderno, lo primitivo y lo primario, el latín con el inglés, lo simple y lo complejo, lo público y lo oculto, la apariencia y el engaño. El hombre convertido en animal herido, trastornado por el arrepentimiento y la soledad.
Esta balada es una novela de contrastes. De prosa brillante, descriptiva, irónica, deslumbrante y detallista por momentos. Una balada en la que Damián es cartógrafo, geólogo, botánico y escenógrafo. Es excursionista, psicólogo, guionista y retratista de un paraje agreste, claustrofóbico, laberinto físico y mental.
La innegable capacidad de Damián para construir esta balada que es un espejismo, una trampa, una pesadilla. Un espejo y su falso reflejo, el cebo, el cepo y su mordedura. Una primera parte que se bifurca en dos caminos paralelos en la que creeremos conocer y distinguir con claridad el bien y el mal. La cordura y la locura. Y una extraña alquimia, una disolución progresiva de esa cordura hasta un brusco despertar en la segunda parte con el que descubriremos el engaño y la verdad; el dolor y su implosión retardada, la locura y su ajuar, el delirio y la enajenación humana, su olor, su escenario y su final.
Y hay una parte de la prosa de esta balada que resulta embarullada, espinosa y árida. Porque darle texto y voz a la locura; recrearla, es un mérito descomunal, un agotador esfuerzo del narrador que sin embargo se ve recompensado con la desafectación. Porque ese lenguaje críptico, inescrutable, de cortocircuito; deviene en extrañamiento, mareo y aturdimiento.
Quizás se trate de inocularnos el terror a través de su confusión, de su desvarío y alucinación irracional. Quizás ese lenguaje confuso y mareante sea la fórmula por escrito más adecuada para huir de la evidencia del terror visual, pero su dificultad lastra la narración, le hace arrastrarse, reptar con dificultad, perder ritmo, tropezar. Mostrarse, por odiosa comparación a esa segunda parte de cuchillada y dolorosa revelación, como la cara pegajosa y espesa de esta sorprendente y estremecedora balada sentimental.

Damián Torrijos. “La balada del trampero sentimental”. 10º Premio de novela Casino de Mieres. KRK Ediciones. Oviedo, 2010.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tanto la portada como el título ya me parecen bastante interesantes.