domingo, 5 de septiembre de 2010

Jab


Para José Luis Ríos

Fue como un truco de magia. Verla y abrirse una grieta en el suelo. Caer dentro y aparecer en otro lugar. Fue la hostia. Fue ver aquella nevera portátil y hacer el puto viaje en el tiempo. Roja y con la tapa y el asa blancas. La misma, idéntica a la que nos llevamos a las carreras aquel domingo. Fue alucinante. Fue verla y acordarme, volver hasta aquel día que fuimos Pablo y yo al circuito del Jarama a ver las carreras de coches llevando aquella nevera que salió de un altillo de casa de mis viejos. Roja y con la tapa y el asa blancas. Igual que ésta. Que llenamos con una bolsa de hielos de la gasolinera y un montón de latas de birra. Y el calor sofocante de aquel domingo y la cerveza helada. Y nosotros dos allí sentados toda la mañana viendo pasar coches. Las risas y el pedo que nos cogimos a lo tonto. Pablo. Mi amigo Pablo. Los años en los que todo era presente y un descojone en sesión continua. Siempre juntos a todas partes y a todas horas. Hasta que a mí me dio por apuntarme al gimnasio a hacer Thai Boxing y él pasaba de ese rollo de los karatekas. Y yo empecé a currar los fines de semana de portero en una discoteca para sacarme algo de pasta y él se puso a estudiar en la universidad. Al principio venía todos los sábados y se tomaba unas birras conmigo, pero luego él empezó a quedar con gente de su clase y yo me enrollé con aquella camarera rubia de bote que llamábamos la gamba. Vendió el Dyane 6 verde -“La lechuga” lo llamábamos- y se compró un Clío blanco de segunda mano y se puso a salir con una piba muy pija que me miraba con asco. Alguna vez volvió y nos tomábamos unas cervezas, pero las risas sonaban de otra manera. Sonaban enlatadas. Hasta que un día cambié de garito y no le volví a ver. ¿Cuántos años hace de eso? Un huevo y parte del otro. Supongo que él acabaría la carrera y ahora será ingeniero de caminos y yo dejé lo de las puertas y me puse a trabajar para Anzano. Y ahora, después de tanto tiempo, aparece esta nevera roja y blanca llena de hielo, igual que la de aquel domingo en las carreras. Y dentro, en lugar de latas de birra, la oreja derecha de la hija de Chibluco con el pendiente puesto para que vea que es la suya y no la de otra. Y para que entienda que, o paga lo que debe, o lo siguiente que le llevaré dentro de esta nevera será la cabeza de esa zorra de mierda.

Texto de Jorge del Frago

Fotografía de José Luis Ríos
http://andan-dos.blogspot.com/

4 comentarios:

andandos dijo...

Gracias, Luis.

Un abrazo

Hansel en Baviera dijo...

Qué bueno, Luis!! Qué cambio de registro al otros textos! Excelente, un desarrollo que atrapa y un final sorprendente pero acorde a ese desarrollo.
Y bienvenido al mundo real.
Un abrazo,
Nor escribimos.
Norberto

David Moreno dijo...

Es bueno tener una nevera de estas para evadirse de la realidad de vez en cuando, como escapatoria digo.

Un saludo indio

JALOZA dijo...

Coincido con Norberto, qué gusto, y aplaudo con fuerza la vuelta de Jorge. Un placer leer cosas así.

Un abrazote.