domingo, 30 de agosto de 2009

Alma de papel

Cuando terminé “Construyendo Babel”, de Hilario J. Rodríguez, me acordé de una frase de José Antonio Lozano: “De vez en cuando, la vida, se toma contigo un café”. Y eso fue lo que sentí. Me sentí un tipo con suerte. Con la suerte de que Hilario se haya cruzado en mi camino. La suerte de leerle. La suerte de poder compartir con él su alma de papel.
Muchas veces he pensado que si pudiera pedir un deseo pediría dejar de ser raro. Ser una persona normal. Alguien que disfruta pasando la tarde del domingo siguiendo la jornada de liga y que a diario, después de cenar, se queda tumbado en el sofá viendo la televisión hasta quedarse dormido. Pero en lugar de eso todas las noches subo a la falsa de casa y me encuentro con mi biblioteca. Y disfruto viendo, tocando los libros. Los nuevos, los viejos, los leídos, los por leer. Disfruto trasteando, recolocando los libros, las fotografías, los dibujos, las postales, los cachivaches de las estanterías.
Leer a Hilario me ha hecho recordar el primer libro que compre. Y buscarlo en los estantes. Y encontrar en la primera página, escrita con letra infantil, una fecha lejana y un lugar desaparecido. Un recuerdo que vuelve, despierta, sale de su escondrijo. Hilario, igual que yo, ha robado libros; escribe en sus páginas en blanco; guarda en su interior papeles, recortes, cartas, pedazos de vida. Va dejando dentro de los libros huellas, rastros, pequeñas anotaciones de un diario disperso y sin orden. Porque para Hilario “Una biblioteca es, en realidad, un libro escrito de forma dispersa entre líneas de otros miles de libros”.
Quizás algunos no lo entiendan, pero para los que tenemos a los libros como único remedio para no hundirnos, para escapar, huir y salvarnos, sabemos que una biblioteca es una biografía. Por todo lo que encierra, por todo lo que hay dentro, por todo lo que guarda. De esta “historia en construcción” de Hilario lo que más he agradecido es su sinceridad. La sinceridad parece algo sencillo pero no lo es. En realidad la mayoría de la gente inventamos, mentimos, exageramos. Hilario no. Hilario es sincero. Habla de sus heridas, tristezas y lágrimas. Habla de familia, dolor, distancia, silencio y reconciliación. Habla de amor y separación, de cambios, nuevos lugares y volver a empezar. Y todo eso, infancia, juventud, madurez y futuro, unido siempre a un libro. Del libro primero como descubrimiento, como método para hacer el horizonte más lejano, más amplio el lugar de la existencia. Del libro como conocimiento y asombro, del libro como revolución, como medio para "Fundar una patria. Levantar una biblioteca. Construir Babel. Cartografiar el libro de nuestras vidas". Y del libro, pasada la media distancia de la vida, como medio para volver atrás, recordar, hacerte hablar y escribir. Del libro como espejo donde verte reflejado.
Hilario habla de libros porque mientras leemos vivimos, y también porque vivimos leyendo. Y siempre algo de nosotros mismos se queda unido al papel. Un nombre sin rostro, una persona, un lugar, un ayer, una porcelana rota, un amigo, un padre. Hilario nos cuenta que los libros pueden abrir y cerrar heridas, que son ventanas y puertas al dolor y el perdón. Que un libro puede tender puentes, puede ser llave, salvoconducto, linterna o abrigo.
“Construyendo Babel” me ha hecho preguntarme ¿por qué comenzó todo? ¿Para qué tanto esfuerzo, tanto tiempo robado a todo lo demás, tanta necesidad de soledad y silencio? ¿Qué buscamos, qué encontramos en los libros? ¿De qué nos salva el leer? ¿Por qué leo?
No lo sé. A veces pienso que leo para huir de mi mismo. Pero creo que en realidad leo para encontrar. Y esta vez he tenido suerte. Fortuna. Hilario se ha cruzado en mi camino, y la vida, de su mano, se ha tomado un café conmigo.

Hilario J. Rodríguez. “Construyendo Babel”. Tropismos. Ediciones Témpora. Salamanca, 2004.

2 comentarios:

JALOZA dijo...

Gracias por el recuerdo... pero es inmerecido. La cita es de una canción de Serrat. Ya me gustaría haber dicho algo así.

Al César.

Luis Borrás dijo...

Me parece bien. La frase es de Serrat. Pero fuiste tú quien me la dijo, y es de ti de quien me acuerdo.

Un abrazo.