lunes, 1 de junio de 2009

La compañía de tu soledad

Supongo que hablar de un libro que no necesita ninguna recomendación puede resultar trivial. Basta con conocer al autor. Su nombre es razón suficiente para comprarlo y desear leerlo o para detestarlo y mirar en otra mesa. Bajar al bar a comprar tabaco y esperar nervioso el momento de soledad y silencio para devorar sus páginas o tener la seguridad de que dentro estará la previsible sobredosis de sentimentalismo que no lleva a ninguna parte.
Y para dejar bien claro lo que nos vamos a encontrar dentro, es el propio Carlos Castán el que nos lo dice en el texto de la contraportada: “… es mi vida hasta llegar aquí la verdadera protagonista de estas páginas. Está todo: la euforia y la lágrima ante la hoja en blanco, la pregunta por el miedo y por el deseo, las noches desatadas, el temblor…”
Si acaso, lo único que debemos saber, es que este libro no es una colección de relatos cortos de Castán, sino que reúne “una serie de textos que parecían llamados a ser carne de dispersión y, por tanto, de olvido”. Y es que estos “Papeles dispersos” contienen, como también el propio Carlos nos dice en la introducción: “…escritos sobre literatura, reflexiones acerca de los motivos para escribir y sus borrosos fines, mi forma de leer a los demás, de escuchar música, de viajar y de sentir…” Y así, junto a imágenes personales que son la respuesta a una difícil pregunta, hay un pequeño estudio sobre Gabriel Ferrater, miembro de la Gauche divine barcelonesa; hay una conferencia sobre los poetas españoles en el exilio tras la guerra civil; un artículo sobre las fiestas de San Lorenzo; un texto intimista que explica el lugar que Leonard Cohen ocupa en la vida del autor; recuerdos sobre cumpleaños y fechas impares con “…botellas escondidas debajo del abrigo. Nube de humo, tangos, vasos derramados sobre los discos, poemas ilegibles, cubitos de hielo con sabor a merluza…”; el cuaderno de viaje un verano a Tournefeville; la mirada sobre el Pirineo y la tierra oscense, y para acabar, una reflexión sobre la libertad: la palabra más lejos.
Y aunque no comparta su interés por el pasado en blanco y negro ni sus referentes generacionales, para mí el singular interés de estos textos está en escuchar a Carlos Castán de otra manera. Escucharle hablar de él, su vida, recuerdos, heridas, pensamientos, opinión y reflexiones. Imaginar momentos de charla, memoria, café, biografía e intimidad.
Emocionarme con su forma de mirar, su estilo de contar desgarrado, tierno, melancólico y apasionado. Identificarme con su opinión sobre el papel esencial de la literatura como medio para ahondar en la condición humana, para tratar de entender qué significa existir, hacer visible un pedazo de vida. Saber que él escribe para vivir, rebuscar bajo la superficie de las cosas; que escribe para escapar del espanto y la soledad.
Oírle hablar de la imposibilidad de satisfacer nuestros deseos; evocar épocas pasadas; libros, películas, escritores, profesores, teorías, desengaños y recuerdos de la infancia y la juventud. Melancolía, exilio interior e íntimo. De lo que hemos perdido por el camino, lo que hemos ganado o por lo que nos lo han cambiado.
Y sí, claro que fui yo el que bajó al bar a comprar tabaco y esperé nervioso el momento de silencio para devorar sus páginas; sentirme acompañado en su soledad. Soy yo, igual que Laura, el que encuentra consuelo y belleza en sus palabras, unas páginas a las que agarrarse cuando la vida se tambalea, un vacío que se llena, un lugar al que siempre volver.

Carlos Castán. “Papeles dispersos”. Tropo Editores. Zaragoza, 2009.

1 comentario:

Gittana dijo...

Me disculpo por esta larga ausencia... Pero estoy de regreso para enterarme que fue lo que me perdi estas semanas!!!

saludos...