jueves, 5 de febrero de 2009

Desasosiego

Juego con desventaja. Como un palillo contra un sable. Pasión contra filosofía. Emoción contra teoría. Voy a hablar de un libro utilizando la intuición y con la seguridad de no saber nada y no ser nadie.
Y es que “Brindis” no me ha gustado, me ha resultado inexpresiva, lineal, totalmente prescindible. La dejaría abandonada en un rincón y me olvidaría de su existencia. Pero luego me di cuenta de que al pensar en ella me producía un fuerte desasosiego. Se puso a escarbar dentro de mí. Presentí ésta ciudad repleta de personas confundidas, anodinas y resignadas; personas iguales que yo. Una ciudad abarrotada de televisores encendidos, periódicos deportivos, serrín y colillas. Risas huecas y oro falso.
El desasosiego que sentía me hizo pensar en lo contradictorio de ese rechazo. ¿Si no me había gustado, por qué me inquietaba?
Ismael Grasa ha escrito sin adornos estilísticos la vida de un tipo desesperante, confuso y apático, una historia que no resulta, en ningún momento, atrayente o sugestiva. Pero entonces pensé que, tal vez, lo que me producía ese rechazo no era su estilo narrativo, sino que, en realidad, ese sentimiento lo provocaba el carácter del protagonista de la novela.
Y tuve que reconocer que, repasando mi propia vida, me sentí en muchos momentos identificado con él, y que eso fue, precisamente, lo que me producía una terrible inquietud. Con “Brindis” viaje a ese tiempo de B.U.P y C.O.U cuando el adjetivo que mejor me definía era el de pardillo. Las chicas eran un deseo inalcanzable y lo mío era una barbilla llena de granos y palabras tartamudas. Los morreos se los llevaban otros. Y también me hizo recordar a todos esos amigos que se tragó ese tiempo lejano. Nada de todo aquello brilla hoy con fuerza.
Y llegué a la Facultad a estudiar una carrera que no me gustaba, y que terminé llevado por la inercia y la resignación del cobarde. Y pasé por todos esos trabajos temporales que me recordaron los días de lluvia siendo mensajero, las noches poniendo copas y la publicidad en los buzones. Y toda esa gente que pasó por mi vida y a la que nunca he vuelto a ver. La angustia de no tener las ideas claras, desear algo y no saber el qué. Los relatos y los poemas rotos, la euforia y las lágrimas, los viajes que nunca hice, las ocasiones perdidas, el ridículo, la confusión y el miedo a mirar atrás. La vida convertida en una huida hacia delante con el falso consuelo de hacer pasar el tiempo perdido por experiencia y aprendizaje. Y darte cuenta de que al final, tras muchos tumbos, eres como una capitana que el viento lleva de un lugar a otro y que, un buen día, se queda enganchada en un rincón templado, a salvo de las tormentas.
Todo resulta descarnado, real, doloroso, lacerante, conocido. “Brindis” provoca inquietud y preguntas: ¿qué es el fracaso?, ¿quién es un fracasado?, ¿en qué cruce nos equivocamos?, ¿cuál fue aquella oportunidad que dejamos pasar?
Pero, por encima de todo, “Brindis” me ha confirmado que la única pregunta que necesita obligatoriamente una respuesta es ésta: saber lo que se quiere. Saberlo marca la diferencia entre algo y nada.
Y ahora, que cada uno saque sus propias conclusiones.

Ismael Grasa. “Brindis”. Xordica Editorial. Zaragoza, 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Luis...dicho está. A callar y bajar la cabeza toca.